Abogadas: ¿una realidad diferente?
Las definiciones son claras, pero chocan con las estadísticas más duras. Si bien las socias de estudios jurídicos no creen que sus carreras profesionales hayan sido más difíciles por el hecho de ser mujeres, en la práctica, se ve que, de cada 10 personas que encabezan despachos de abogados, sólo el 0,5 podría usar rouge, cartera y tacos en horario de trabajo sin inducir al cuchicheo.
La presencia de mujeres en los despachos de la City es un fenómeno nuevo, hablando en tiempos jurídicos: prácticamente no había exponentes en la década del 80, comenzó a ser pujante en los 90 y hay exitosos ejemplos actuales, que son tomados como luces de esperanza para las abogadas que van haciendo sus primeros escalones en la profesión.
Precisamente, el problema no aparece tanto entre quienes recién se incorporan a la abogacía de empresas, sino que se patentiza, generalmente, al momento del ascenso jerárquico.
El fenómeno, consuelo de muchos, no es sólo argentino. En las grandes firmas de Nueva York, se estima que el 15% de los socios son mujeres, cuando la matrícula, al igual que en la capital de nuestro país, se reparte en un aproximado 50 y 50. En Chile, cuesta encontrar socias en los estudios más tradicionales. En Colombia, alcanzan los dedos de la mano para contarlas. En Perú, otro tanto. Así las cosas, con alrededor de un 5% de representación en las grandes firmas, las abogadas argentinas están mejor que sus pares de la región, una proporción exigua si lo que se pretenden es equilibrar las cosas.
En este contexto, Asuntos Legales entrevistó a las cuatro socias de HOLT, a la titular del estudio Kahale y a la socia de Zang, Bergel & Viñes, tres estudios que en su logotipo incluyen el anclaje “abogados”.
Visiones
La coincidencia entre las abogadas consultadas es que, en ningún momento de su carrera profesional, vieron una desventaja en el hecho de ser mujer, ni se sintieron discriminadas, ni nada que se le parezca.
“Yo fui a un colegio donde todas éramos mujeres, y siempre nos metieron en la cabeza el ‘usted puede ser lo que quiera ser’. En mi casa nunca me limitaron ni me mostraron que hubiera un límite profesional o laboral para lo que yo quisiera hacer. Nunca pensé y nunca me vi con una diferencia. Siempre me ocupé de hacer un buen trabajo. Nunca lo enfoqué como una cuestión de género”, describe Roxana Kahale, quien, hace más de 20 años y con su flamante título, supo experimentar un mercado reticente a la incorporación de mujeres en sus filas.
Que sean pocas las titulares de firmas corporativas no pasa por una cuestión de género. “Somos pocos los que nos animamos y punto. Para hacer este tipo de cosas, hay que tener una cartera de clientes y de negocios que te lo permita, y también hay que tener espíritu entrepreneur. Eso aplica a mujeres y hombres. Me parece que tiene más que ver con la personalidad que con el género”, redondea.
En el exterior, los clientes valoran la diversidad en sus firmas de abogados. Siendo que buena parte de sus clientes son de tierras lejanas, para Kahale el hecho de encabezar su propio estudio le ha sido beneficioso. “Trabajo mucho con empresas de medios y ellos buscan la diversidad. Claro que la diversidad no alcanza si no está acompañada por el conocimiento y la calidad profesional”, aclara.
Justamente, desde hace tres años Carolina Zang es socia de Zang, Bergel & Viñes, a cargo del área de Mercado de Capitales y Derecho Financiero, en el que probablemente sea el estudio argentino con más actividad en la materia. De ella dependen dos profesionales senior y un semisenior -todas abogadas- y dos abogados juniors.
“Creo que la profesión no se me hizo cuesta arriba. Ser mujer tiene un montón de beneficios. Todo tiene algo de bueno y algo de malo. Llegar a una reunión que sea toda de hombres, poder entrar y romper el status quo, es la parte difícil. Pero es algo que se puede aprovechar, sabiendo que lo que sea que se diga va a ser escuchado”, ejemplifica.
“Al principio, me moría de la vergüenza, del odio, de la furia. “Chica”, “hija de”, “mujer”. Después, lo empecé a dejar pasar y empecé a potenciar aquello que tenía”, cuenta Zang, para quien la mujer puede estar atenta a muchas cosas diferentes y al mismo tiempo, con la eficiencia que requiere cada una de ellas.
Entre el trabajo (con una dedicación full time) y sus hijos (con doble escolaridad y un espacio para trabajar en su propia casa), reconoce que el esfuerzo que las mujeres hacen para alcanzar un equilibro es mayor al de los hombres. “Es mucho a costa de una. Es sacrificar tiempo para vos. Ése es el esfuerzo mayor y la gran diferencia”, señala.
Por su parte, Florencia Heredia, Regina Oneto Gaona, María Laura Lede Pizzurno y María Paula Terrel, aportantes con sus iniciales, conocimiento y experiencia al crecimiento de HOLT Abogados, saben que, por más que no se lo propongan, las abogadas más jóvenes las miran como referentes.
“Lo que siempre hemos querido trasladar es que este estudio no surgió como un estudio de mujeres, sino como una fórmula de un proyecto y una visión enmarcado en el ejercicio de la profesión, distinto a lo que veníamos haciendo; el hecho de que fuéramos mujeres fue casi accidental”, remarca Heredia.
En la práctica, reconoce, hay un enfoque distinto en el trabajo que separa (o mejor aun, complementa) a hombres y mujeres. “Las mujeres toman los temas de una manera más personal, son más seguidoras de ellos y más prolijas”, afirma.
Oneto apunta que el mote “las chicas de HOLT” no se condice ni con la experiencia que tienen ni con la imagen que forjaron. “Socias, sí, pero lo de chicas no lo veo. Cuando se decidió formar HOLT nunca se lo pensó desde el género”, coincide.
Autodeclarada como una fanática del trabajo -cualidad compartida con el resto de sus socias-, para Oneto el cliente evalúa justamente eso: el trabajo. Hasta ahora, agrega Lede Pizurno, sólo uno de ellos, de origen árabe, les preguntó si al momento de una firma podía estar presente un hombre.
“Los clientes nos vienen a buscar sabiendo quiénes somos. Les es indiferente si sos hombre o mujer. Lo que buscan es la forma de trabajo”, resalta Terrel.
Networking
En materia de networking, la opinión unánime es que las mujeres no brillan tanto como los hombres. No es que no tengan capacidades, aclaran todos en coincidencia, sino que el manejo del tiempo suele ser tirano cuando, además del trabajo de abogada, hay que hacer lo propio como madre, esposa, hija y encargada del hogar.
Kahale, una de las presidentas del Women Interest Group de la IBA, participa junto con sus colegas argentinas de reuniones de networking de mujeres, que se hacen cada dos o tres meses y desde 2007, con una oradora destacada invitada. “Te conocés, te relacionás, intercambiás ideas, pareceres. Se forjan amistades. Nosotras no somos tan buenas en eso de salir a almorzar o hacer tarea de socialización. Entre los varones eso es más normal”, opinan varias de las consultadas.
La otra mirada, es cierto, dice que ellas son mucho más eficientes en el uso del tiempo, dedicándole a cada cosa el que verdaderamente merece.
La pregunta en relación con aquellas reuniones, que se organizan rotativamente en distintos estudios, es por qué son sólo para mujeres. “Sería fantástico que vengan hombres”, responde inmediatamente Kahale, y agrega: “Esto surge por un estudio que hizo la New York State Bar Association sobre mentoreo de mujeres. Yo lo practico interna y externamente. Tomo como eje una frase de Madeleine Albright: hay un lugar en el infierno para una mujer que no ayuda a otra mujer”.
Heredia coincide en que nunca fue muy amiga de las reuniones sectoriales, porque “tienen un sesgo un tanto separatista que, en realidad, no tiene mucha razón de ser”.
Para Lede Pizurno, en tanto, lo valioso de estas reuniones es “el hecho de obligarte a ir, de hacerte el tiempo que no siempre tenés”.
En ese sentido, reconoce que es probable que exista una desventaja de origen que después se compensa a fuerza de trabajo. “Los amigos de los socios, con los que juegan al fútbol o fueron a la facultad, muchas veces ocupan hoy cargos de importancia en empresas. Eso, entre las mujeres, no pasa tan seguido”, admite.
Oneto, su socia, se pregunta cuántas reuniones hay sólo de hombres-abogados sin que nadie diga nada. En ellas, de hecho, se suelen discutir desde políticas conjuntas entre estudios competidores, hasta problemáticas puntuales del mercado y las instituciones.
En los encuentros abiertos, al parecer, el aire tiene algo de distinto. “Siempre está eso de “a ver, las chicas, qué dicen”. Pero es cuestión de buscarle la vuelta. No creo que sea tanto más difícil ni cuesta arriba que para los hombres”, relativiza Zang.
Consultada sobre políticas de maternidad en su firma, la socia responde que “no representa un issue”. Una de sus abogadas senior tuvo a dos de sus tres hijos desde que está en ZBV y ella misma dio a luz a su primogénita ni bien salió de un deal en la era previa a la burbuja de las puntocom.
En ese sentido, desde HOLT, el reconocimiento va para esposos, familiares y empleadas a la hora de mantener el delicado equilibrio personal-laboral que, coinciden las entrevistadas, alcanza a las nuevas generaciones de varones presentes en la vida familiar y en la crianza de sus hijos.
“La idea es respetar a la persona que tiene ganas de seguir su carrera. A mí me pasó que siempre estuve muy comprometida y el estudio estuvo comprometido conmigo. Lo mismo pasa con otras abogadas. No es diferente para hombres y mujeres: querer ser socio es un compromiso muy importante”, retoma Zang.
Consultada sobre si en el mercado están dadas esas mismas condiciones, la respuesta fue “cada vez más”. En ese contexto, redondea: “Somos pocas en relación a las que podríamos ser, pero más en relación a las que eran”.
Semejanzas y diferencias
“No hay mayor diferencia entre la Argentina y los otros países del mundo. Esto no es un problema local”, dice Mariano Hazaña, director de Laward, empresa de recursos humanos para abogados, en relación al rol de la mujer en los estudios corporativos. En materia de matrícula, informa, la de Capital Federal se compone en 51,5% de varones y en 48,5% de mujeres. En los Estados Unidos, agrega, es más o menos lo mismo.
Sin embargo, con datos de mercado construidos desde su propia consultora, sólo el 4 ó 5% de los socios de estudios medianos y grandes en la Ciudad de Buenos Aires son mujeres. “Algo pasa en el camino, que queda un porcentaje altísimo de mujeres que se pierden en la carrera a socio”, dice.
El principal problema es el networking, confirma. “A las mujeres se les hace mucho más difícil traer clientes. Socialmente, la mujer que sale “a cazar” despierta dudas. Por más habilidosas que sean, hay un freno social y las primeras o unas de las primeras en liquidarlas suelen ser las propias mujeres”, diagnostica. “Hay prejuicios que operan para que sea el hombre el que haga eso”, remata.
Por otra parte, dice, “no les da el tiempo, capacidad les sobra”. En efecto, el tiempo que la mujer usa en la casa y en los chicos es el que el hombre usa para pescar clientes.
¿Soluciones? A nivel global, el trabajo remoto y el part-time son las variantes más utilizadas. “Los estudios que mejor manejen esto van a ser los que terminen por seleccionar y retener a los mejores profesionales. Es algo que demanda la denominada Generación Y, más allá del tema de género”, concluye.
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